Esta obra destaca por su fuerza gestual y pictórica, donde las pinceladas intensas y dinámicas crean una composición que transmite un poderoso contraste emocional. La escena evoca la sensación de estar dentro de una boca que grita, como si la pintura representara una amígdala abierta, una metáfora del grito del miedo. Sin embargo, paradójicamente, este miedo se ve asustado por la luz, un símbolo de una fe inmensa y abrumadora.

En el centro de la composición, entre los dramáticos contrastes de azul y dorado, emerge el contorno de un rostro asustado, casi disuelto en la intensidad de la luz. La luz aquí simboliza la fe, que no solo ilumina la oscuridad, sino que también la abarca, demostrando que la oscuridad no es más que una parte de la propia luz. Es una declaración de la fuerza de la fe, que supera y domina incluso los abismos más profundos del miedo y el caos.

Debajo, se distingue la figura de un monje en una barca, sosteniendo una linterna en la oscuridad. Este elemento se convierte en un símbolo de guía espiritual y resiliencia, un faro de esperanza que nos recuerda que, incluso en los momentos más oscuros, la luz siempre está presente para quienes la buscan. El monje, con su gesto calmado y contemplativo, representa la capacidad humana de navegar a través del caos y el miedo, encontrando fortaleza en la fe.

“Invocation OM” es una obra que invita a reflexionar sobre la dualidad entre el miedo y la fe, la oscuridad y la luz, el caos y el orden. Con su estilo gestual y su simbolismo profundo, la pintura nos habla del coraje necesario para enfrentar el terror y del poder transformador de la fe, que ilumina y trasciende cada sombra.